El rock español está de luto. Roberto Iniesta Ojea, universalmente conocido como Robe Iniesta, la mente indomable y el alma lírica de Extremoduro, ha fallecido esta madrugada. La noticia sacude los cimientos de una generación que creció entre la poesía visceral y la cruda honestidad de sus letras. Robe no fue solo un músico, fue un juglar del siglo XXI cuya obra trascendió el género para convertirse en una banda sonora ineludible de la transgresión y la libertad. Su figura, siempre al margen de las grandes industrias, consolidó una carrera de más de cuatro décadas cimentada en la autenticidad.
Su fallecimiento marca el final de una era y reabre la nostalgia por esa etapa final en la que, pese a seguir creando y girando en solitario, el destino ya había escrito el punto final a su regreso a los grandes escenarios.
Vigo, el final (abrupto) de la gira «Ni santos ni inocentes»
Existe un punto geográfico que, a partir de hoy, quedará grabado en la memoria colectiva de los seguidores de Robe: su último concierto tuvo lugar en la ciudad de Vigo dentro de la gira que presentó su proyecto en solitario, «Ni santos ni inocentes».
Aquella noche, la última en la que Robe se dirigió a su público, fue un testimonio de su eterna energía y su conexión inquebrantable con los seguidores. Un concierto en el que músico extremeño mantuvo intacta su capacidad para electrizar a miles de almas. Un concierto en el que Robe hizo valer esa personalidad inconfundible que durante más de cuatro décadas ha sido seña de identidad. Un concierto que reafirmo su carácter pero sobretodo su deseo de una conexión auténtica con la música.
Lo que nadie sabía entonces era que esa velada, vibrante y explosiva, sería la última.
Poco después de aquella última cita con el público en Vigo, la gira «Ni santos ni inocentes» se vio bruscamente interrumpida. Los problemas de salud de Robe Iniesta se agravaron, forzando la suspensión de los conciertos restantes y, lo que fue más doloroso para sus seguidores, imponiendo un silencio que se revelaría permanente.
A pesar de los deseos y esperanzas de miles de seguidores, aquella dolencia crónica impidió que el artista extremeño regresara a los escenarios. Robe se retiró a la intimidad, concentrándose en su recuperación y en su vida personal, dejando un vacío en el panorama musical que nadie pudo llenar. El telón de Vigo, una ciudad que tanto le dio al rock nacional, se convirtió, sin saberlo, en la última puerta de salida para la voz más inconfundible del rock patrio.
La huella indeleble de un rock transgresivo
Aunque Robe Iniesta desarrolló una carrera solista elogiada por la crítica, su leyenda es inseparable de Extremoduro, la banda que fundó en Plasencia en 1987. El concepto de «rock transgresivo», acuñado por ellos mismos, definió una estética y una lírica que fusionaba la dureza del rock con la complejidad poética, bebiendo tanto de los acordes de AC/DC como de la literatura de Charles Bukowski o Miguel Hernández.
Álbumes como «Agila«, «Iros todos a tomar por culo» o «La ley innata» no solo fueron éxitos de ventas, sino verdaderas declaraciones de principios. Robe cantó sobre la miseria, la belleza efímera, el amor desesperado y la rebeldía existencial con un lenguaje crudo y elevadísimo a la vez.
Con la muerte de Robe, se extingue la posibilidad de ver reunida a una de las bandas fundamentales para entender la historia reciente de la música en español. Su legado, sin embargo, permanece inamovible, grabado en el ADN de la cultura popular y resonando, hoy más que nunca, en cada rincón de España. La voz de Robe se ha silenciado, pero su poesía, eterna y sin censura, seguirá sonando para siempre.

























