Todo melómano aficionado al jazz que valore su tiempo acostumbra a recurrir al crítico estadounidense Tom Hull. Serio, minucioso, independiente y con una capacidad de trabajo hercúlea, Tom Hull es el responsable de una web en la que, una vez se aprende a navegar por ella, es posible encontrar información de todo o casi todo el jazz que se produce en el mundo. Y no sólo: es posible encontrarla ordenada, clasificada y, lo que es más importante, jerarquizada.
Tanto es así que cada año la web del bueno de Tom Hull elabora una lista en el que aparecen cientos de discos de jazz facturados en todo el planeta. No hay prejuicios; al contrario. Compiten en igualdad de condiciones discos de producción independiente, incluso de producción propia, con aquellos salidos de las grandes multinacionales. La lista no es sólo un recurso de valor incalculable para cualquier aficionado a la música gracias a la labor de desbroce que supone, es también una suerte de certificado de calidad. Un músico de jazz sabe que ser incluido en ella significa que está haciendo las cosas muy bien. Y que tanto mejor las está haciendo cuanto más arriba aparezca.
Pues bien, en el listado de este año hay un músico español. Uno solo. Vigués para más señas. Se llama Rubén Reinaldo y no ha entrado en la lista de Tom Hull por los pelos, sino por la puerta grande. Su disco ‘Fusión Olívica’ está en la zona alta. Por ponerlo en perspectiva: eso sería como ser escogido en la segunda ronda del draft de la NBA, más o menos en el mismo puesto en el que entró en su momento Marc Gasol. Pero, a diferencia de Marc Gasol, Rubén Reinaldo no aparece en las portadas de las revistas.
Fuera de sitio
“Creo que es una cuestión de que a veces no has nacido exactamente en el lugar adecuado para el tipo de música que estás haciendo. Esto pasa, ¿no? Si tú, por ejemplo, haces folk, folk tradicional, y has nacido en una parte muy concreta de Galicia, es maravilloso; o si tocas blues y estás en el Delta del Mississippi, pero no es el caso. A a mí me gusta el jazz, y lo fusiono con un montón de estilos distintos. ¿Y qué pasa? Que por mucho que lo fusione, al final es Estados Unidos donde está un poco la meca de todo esto”, explica Reinaldo a Vigoé.

El jazz: esa música negra y popular que se improvisaba en la penumbra de garitos subterráneos llenos de humo de tabaco y que se ha convertido en un género elitista, para entendidos, al menos a este lado del Océano Atlántico. Eso no significa que la prensa especializada haya ignorado por estas tierras el último trabajo de Rubén Reinaldo. No, no es eso. Significa, únicamente, que si el jazz es hoy un género musical de nicho, la prensa especializada es prácticamente residual. Y eso complica las cosas.
Rubén Reinaldo sabe que la proyección de su trabajo, en otras circunstancias, sería diferente. Al fin y al cabo, a su disco le han dedicado elogiosas reseñas en la prestigiosa revista Making A Scene, donde hablan del barrio de Teis o de las Islas Cíes; o en L.A. Jazz Scene, donde nada menos que el crítico Scott Yanow ha sido prolijo en elogios a Fusión Olívica, como lo ha sido Dee Dee McNeal una compositora, pianista y cantante que ha trabajado con estrellas de la talla de Diana Ross o The Supremes, y que también destaca en su faceta de periodista especializada en jazz. Con todo ese bagaje, ¿cómo puede ser que Rubén Reinaldo no sea un gran profeta en su propia tierra?
Una rareza
Vivimos tiempos extraños en los que se ha impuesto la tiranía de Spotify. Son muchos los artistas que no piensan ya en discos redondos, con 8-12 cortes que su justifiquen unos a los otros. Prefieren publicar una canción o un tema, lo que antaño se llamaba un single, que les permita evaluar la respuesta del público antes de meterse en mayores honduras.
«Bueno, estamos en la sociedad del mínimo esfuerzo, ¿no? Yo creo que también es un poco eso. Y cada vez el músico, por desgracia, le da menos importancia a su propia música«, afirma Rubén, que tienen claro que le importa poco nadar contra corriente: «Tengo ahora 39 años y he decidido que voy a apostar por mi proyecto y punto. Está entrando bien en los Estados Unidos y creo que gracias a aquello acabará entrando aquí», afirma.
Fusión olívica
El nombre de su último disco disco no es casual, como nada de lo que hace Reinaldo lo es. «Fusión para mí implica libertad. Implica que tú musicalmente puedes añadirle o puedes quitarle, un poco lo que tú quieras», explica. «Fusión, también, porque en este álbum hay una fusión de puntos de vista entre músicos diferentes. Estamos tocando músicos de Francia, Argentina y España. Entonces hay una fusión de culturas, ¿no? Y luego lo de Olívica viene por Vigo, sin duda. Pero también porque el olivo es un poco como el hilo conductor de todas las piezas que están en el álbum. Es un álbum conceptual y es un álbum un poquito, cómo lo diría yo, autobiográfico»-

A Reinaldo, como le ocurre a la mayoría de los músicos, le cuesta hablar de su disco. O, más bien, le cuesta traducir a palabras lo que ha sido concebido para ser expresado de otra manera, en otro lenguaje. Tanto es así que una de las piezas está dedicada a su abuela. ¿Cuál de ellas? La respuesta, claro, está en la escucha. En una escucha atenta y respetuosa. Hablamos de música instrumental, sin letra, de esa que requiere algo más de esfuerzo por parte del receptor, como pasa con la pintura no figurativa. La confusión es grande hasta que damos con la tecla que nos permite leer la música, la pintura, interpretarla.
Lo que viene
Reinaldo, lo cuenta él mismo, no tiene problemas para conseguir conciertos pequeños. Pero el jazz, aunque minoritario, también tiene su público y sus grandes escenarios. Y es en ellos en los que Rubén busca su sitio. «Sí, claro, y a lo mejor, como me ha salido esto grande, me puedo permitir estar tocando en otros lugares. A lo mejor económicamente perdiendo un poco más. Ahí es donde juegas un poco. Pero en los circuitos grandes tienes que entrar. Y yo estoy en un punto complicado. Muchos grandes festivales o llaman a grandes figuras o le dan a una oportunidad a gente que empieza. Y yo no soy ni una cosa ni la otra, al menos en España», afirma.
Y es un poco lamentable porque de lo que se trata, de lo que venimos hablando desde el principio, es de ser profeta allí donde vives, en tu propia tierra. En este caso, en Galicia primero y en España después. No tener que recibir halagos e incluso invitaciones que llegan desde 7.000 u 8.000 kilómetros de distancia. Eso está muy bien, pero si es posible después de que tu trabajo, que es bueno y está reconocido internacionalmente, sea primero apreciado aquí.
Entretanto, Reinaldo sigue trabajando, componiendo. Lo hace a un ritmo endiablado. Para editar Fusión Olívica escribió 43 piezas. Y la cosa se quedó en ocho. Hay mucho trabajo detrás de cada obra de arte. Y Fusión Olívica es un ejemplo paradigmático. Escucharlo y, sobre todo, aprehenderlo, lleva tiempo. Como sucede con el buen vino. Pero ¿qué tiempo mejor invertido que aquel que sirve para descubrir un vino que es una obra de arte o, al revés, una obra de arte que si pudieras te beberías? Pues eso.

























