La actuación urbanística llevada a cabo en su día en A Ronda de Don Bosco, en el centro de la ciudad de Vigo, tuvo sus luces, pero también sus sombras. En general, fue muy acertada porque revitalizó un rincón urbano que estaba bastante abandonado, sin embargo, en aquel momento tuvo una parte negativa, que fue la tala de los árboles y el exceso de cemento resultante en su conjunto. Inicialmente se colocaron unos bolardos que delimitaban —-y protegían—- el paso de los peatones frente a los vehículos que circulaban por una zona que se suponía peatonal o semipeatonal. Sea como fuere, los bolardos han desaparecido —-parecen incluso cortados—- y los vehículos circulan y aparcan sin dejar apenas espacio para los viandantes.
Todos esos bolardos se han pagado con dinero público y seguramente no fueron nada baratos porque, además, inicialmente estaban iluminados; han desaparecido sin que el Concello se inmutara. La circulación en la zona es peligrosa, teniendo en cuenta que es muy concurrida, y tampoco se pone ningún remedio. En definitiva, se ha gastado dinero del erario —-y seguro que mucho—- en arreglar el entorno, humanizándolo. Al terminar la obra se hicieron las correspondientes fotos de rigor, y ahora, al cabo de pocos años, los humanos que van a pie se juegan el tipo sorteando coches, furgonetas y demás vehículos de tracción mecánica. Un fiasco.

























