No importa cuántos miradores a la ría se abran a ambas riberas. Siempre serán pocos. Este es un axioma en el que con probabilidad coincidirán la mayoría de los vecinos del área metropolitana de Vigo y quienes nos visitan ¿A quién no le gusta disfrutar de un buen ratito de asueto mientras observa las bateas inmóviles sobre el plato del mar y deja que la brisa marina le agite levemente el cabello?
Pues eso es algo que ya pueden hacer quienes se acerquen hasta el nuevo mirador de Vilaboa, una pequeña medialuna muy cerquita del puente de Rande y en el concello de Vilaboa, que ofrece unas vistas a la ría y a la ensenada de San Simón que son una auténtica maravilla. 
Para llegar a ella hay que superar la primera de las innumerables rotondas que jalonan la carretera nacional 554, tan utilizada para viajar entre Vigo y Pontevedra sin pagar peaje, y después arrimar el vehículo a la derecha. Las obras acaban de terminar, y unas letras gigantes que con forman el topónimo de Vilaboa te indicarán donde parar.
Ese lugar pertenece a la parroquia de San Adrián de Cobres, y este mirador es parte de las obras de acondicionamiento del entorno del Forno de Cal, una pequeña joya del patrimonio gallego, con un muy importante valor etnológico.



El interés patrimonial del Forno de Cal, debajo prácticamente del mirador, abarca no solamente a la estructura, sino a las actividades que allí se desenvolvían, a las técnicas empleadas o a los documentos que se generaron en su actividad.
Así que parar en este pequeño mirador, no sólo ofrece unas vistas exquisitas de la ríam, sino una visita cultural que tiene su interés, porque la presencia de un horno de cal en la ribera de la ensenada de San Simón es curiosa, en tanto en cuanto la calcaria no está presente en el entorno geológico de la zona, y el transporte de cal no era rentable a gran distancia. Pero la demanda de cal, para los construcción sobre todo, existía en la comarca, claro; y de ahí la explicación de la presencia de un horno de cal en San Adrián.
			





















