La Gran Manzana tiene algo que imprime carácter. En los grupos musicales de la ciudad de los rascacielos se rastrea una genealogía particular: desde los tiempos de la Factory y The Velvet Underground hasta LCD Soundsystem, pasando por Television, Sonic Youth y The Strokes, hay una forma de entender el rock aventurera, expansiva y cosmopolita. Y la puesta en escena de esa musica, entre cercana y ensimismada sobre las tablas, también es característica de las bandas neoyorkinas que pudimos encontrar en cualquier concierto de Lou Reed o Los Ramones.
Una estirpe que tienen en Been Stellar un nuevo heredero, jóvenes practicantes de un rock urgente y “emo” con raíces claras (mucho de The Strokes, bastante del post-punk de Fontaines DC, guitarras distorsionadas en la línea de Sonic Youth o Yo la Tengo) y un disco , Scream from New York, NY (Dirty Hit, 2024), que ha sido saludado como uno de los debuts más interesantes de la añada pasada.
Así que la presencia de la banda capitaneada por el cantante Sam Slocum supuso abrir una ventana, este jueves 12 en la sala viguesa Radar, a genuino sabor a rock de Nueva York. Un concierto donde las condiciones de la sala no jugaron siempre a favor (se escuchaba en varios corros al salir del concierto, “la columna” como frontera entre el buen sonido, cerca del escenario, y un sonido más embarullado, hacia el fondo… nosotros estábamos bien cerca de la banda) pero que demostró las tablas de Been Stellar, ejecutantes precisos de un rock febril que domina los momentos de distorsión en una propuesta muy “quiet-loud-quiet”. Lugar idóneo para que su cantante, magnético entre la descarga emocional y cierta pose indolente, mostrase cualidades vocales en medio de tormentas de feedback controlado y efectos de pedales de distorsión.
Demasiado jóvenes para hablar de himnos, sí es cierto que en el cancionero de la banda ya despuntan temas con sabor a clásicos de su repertorio, presente y futuro. Sonaron todos: “Manhattan youth”, “Sweet” o “Passing Judjment”, interpretados con solvencia. Por otro lado hablamos de un repertorio rocoso y que podría hacerse monótono, pero en este sentido jugó a favor la brevedad del show: una hora aproximada, y un bis de una sola canción para evitar una sensación de reiteración que habría pesado demasiado.
La audiencia estaba más compuesta por curiosos que por connaisseurs de la banda (pocos coros a los temas, mucha impresión a lo que se estaba conociendo, mayormente favorable). De este público reproduzco una frase escuchada: “son veinteañeros pero sus referentes hacen que su música nos guste a los de cuarenta/cincuenta”. No se me ocurre mejor definición para el directo disfrutado: presente vibrante con una mirada inteligente al pasado.
El concierto, además, corresponde al buen hacer de SON Estrella Galicia, que brinda un programa de conciertos aún abierto y que, ojo, acercará en Vigo a otra propuesta igual de apetecible y trascendente en el panorama indie-rock actual: Porridge Radio, el 21 de junio en la sala Mondo. Atender a la programación de SON Estrella Galicia es siempre una buena baza para no perdernos eventos significativos.