A sus 49 años, Carlos Remeseiro es mucho más que un culturista con un palmarés envidiable. Este gallego, nacido en Vigo, ha convertido el culturismo en un pilar de su vida, no solo por los trofeos que adornan su vitrina, sino por las lecciones de esfuerzo, superación y equilibrio que este deporte le ha regalado. Desde sus inicios en las artes marciales hasta su consagración en campeonatos nacionales e internacionales, Remeseiro ha recorrido un camino marcado por la dedicación y la transformación personal. En una entrevista, nos revela cómo el culturismo le ayudó a superar inseguridades, encontrar su propósito y mantener un equilibrio entre su pasión deportiva, su vida laboral y su familia. Mientras Vigo se prepara para verle brillar de nuevo, Carlos reflexiona sobre su trayectoria y su futuro con la humildad de quien sabe que, antes que atleta, es persona.
De las artes marciales al culturismo
La relación de Carlos Remeseiro con el deporte comenzó en la infancia, como la de tantos niños que prueban suerte en el fútbol o el baloncesto. “En el fútbol era muy malo, pero el baloncesto se me daba algo mejor”, recuerda con una sonrisa. Sin embargo, fue en las artes marciales donde realmente se sintió en casa, compitiendo a nivel nacional hasta los 18 años. Su talento y disciplina le llevaron lejos, pero la llegada de la universidad marcó un punto de inflexión. Optando por Filología Inglesa, una carrera que contrastaba con su inclinación por las ciencias, Carlos decidió seguir el consejo de sus padres y priorizar los estudios, dejando el deporte en pausa durante casi un año.
Fue en el gimnasio, a los 19 años, donde Carlos redescubrió su pasión. “Volví a entrenar y poco a poco me enganché a las pesas. Así descubrí el culturismo”, cuenta. Lo que comenzó como una forma de mantenerse en forma se convirtió en una vocación que, tres décadas después, sigue definiendo su vida. A punto de cumplir los 50, Remeseiro no solo sigue activo, sino que inspira a otros con su constancia y su enfoque humano del deporte.
El culturismo como espejo del alma
Para Carlos, el culturismo no siempre fue un camino de rosas. En sus inicios, el deporte sirvió como un “parche” para una autoestima frágil. “Al principio, el culto al cuerpo me daba seguridad, pero con el tiempo entendí que no podía basar mi autoestima en el físico”, reflexiona. Este aprendizaje marcó un antes y un después en su relación con el culturismo, llevándole a replantear su percepción de sí mismo y del entorno. “El culturismo tiene que ser algo más que un cuerpo bonito. Es constancia, esfuerzo y la certeza de que siempre puedes dar un poco más de lo que crees”, asegura.
Esta mentalidad transformó su enfoque, convirtiendo el culturismo en una escuela de vida. “Este deporte te enseña que las cosas cuestan, pero la recompensa vale la pena. Me ha dado disciplina y la capacidad de superar mis propios límites, una lección que aplico cada día”, explica. Lejos de los estereotipos que reducen el culturismo a la estética, Carlos defiende su valor como un vehículo para el crecimiento personal, una filosofía que comparte con quienes se acercan a él en busca de orientación.
Un debut tardío y triunfal
A pesar de llevar años entrenando, Carlos no se subió a un escenario competitivo hasta los 37 años, en 2014. El impulso vino de Julio Pampín, su entrenador y ahora amigo al que considera casi un hermano, quien le animó insistentemente a dar el paso. “Un día le dije: ‘Julio, vamos’”, recuerda Carlos. El resultado fue asombroso: en su primer año, se alzó con el Campeonato Gallego, el Campeonato del Norte de España y el Campeonato de España, logrando una novena posición en el Campeonato Mundial. “Si me lo hubieran dicho a los 20 o 30 años, no me lo habría creído”, admite con humildad.

Este debut tardío no solo marcó el inicio de una carrera competitiva exitosa, sino que también consolidó su amor por el culturismo. Desde entonces, Carlos ha acumulado títulos y experiencias que le han valido el respeto de la comunidad del fitness en Galicia y más allá. Su trayectoria es un testimonio de que la edad no es un límite cuando la pasión y el esfuerzo van de la mano.
Trabajo, familia y culturismo
Uno de los mayores logros de Carlos Remeseiro es haber encontrado un equilibrio entre su vida deportiva, laboral y personal, un desafío que muchos atletas encuentran insuperable. Por las mañanas, trabaja en el equipo de seguridad del edificio administrativo de la Xunta en Vigo, donde sus compañeros le han apoyado con cambios de turno para facilitar su preparación competitiva. “Soy un privilegiado. Mis compañeros siempre me han respaldado”, reconoce.
Por las tardes, Carlos ejerce como entrenador en un gimnasio en Salceda de Caselas, un entorno que le permite entrenar tras su jornada laboral y, sobre todo, compartir su experiencia con quienes se inician en el culturismo y el fitness. “Estar cerca de los jóvenes que empiezan me llena. Puedo guiarles en entrenamientos, nutrición y motivación. Nunca pensé que me reconfortaría tanto”, confiesa. Su papel como mentor le ha dado una nueva dimensión a su carrera, convirtiéndole en una figura de referencia para las nuevas generaciones.
A nivel personal, Carlos se considera aún más afortunado. A pesar de los rigores del culturismo (dietas estrictas, horarios inusuales y temporadas de alta exigencia), su familia no solo comprende su pasión, sino que la apoya activamente. “Fuera de temporada, soy una persona normal que queda con amigos, va a furanchos o terrazas. Antes que culturista, soy persona”, subraya con una sonrisa. Este equilibrio entre la disciplina deportiva y la vida cotidiana es, para él, una de las claves de su bienestar.
Desmontando estigmas
El culturismo arrastra estigmas que lo reducen a una búsqueda obsesiva de la estética, pero Carlos Remeseiro está decidido a cambiar esa percepción. “Hay que poner el culturismo en su sitio. No es solo físico; es un deporte que enseña constancia, dedicación y esfuerzo. Te muestra que siempre puedes dar más de lo que crees”, explica. Para él, el culturismo es una metáfora de la vida: un recordatorio de que los objetivos, por difíciles que parezcan, se alcanzan con trabajo y perseverancia.
Carlos también reconoce los prejuicios sobre el estilo de vida de los culturistas, pero los desmonta con naturalidad. “Es cierto que tenemos dietas estrictas y horarios raros, pero eso no nos hace extraterrestres. En mi caso, mi familia me apoya, y fuera de temporada disfruto como cualquiera”, dice. Su enfoque humano y su capacidad para conectar con los demás han ayudado a que el culturismo sea visto con nuevos ojos en su entorno.
Mirando al futuro
Tras una intensa temporada competitiva entre octubre-noviembre de 2023 y mayo-junio de 2024 (cada año natural esta dividido en dos temporadas), Carlos se encuentra en un momento de reflexión. La preparación para las competiciones de invierno, que incluye dietas que comienzan en julio, es agotadora, y aunque no descarta volver a competir en la temporada de octubre-noviembre de 2026, su decisión dependerá de sus circunstancias personales. “Si puedo y me apetece, lo haré, pero en la vida hay momentos para centrarse en otras cosas, como la familia. Ellos están por delante”, afirma con claridad.
Esta priorización de la familia refleja la madurez de un hombre que ha aprendido a integrar el culturismo en su vida sin dejar que lo defina por completo. Mientras tanto, sigue siendo una fuente de inspiración en el gimnasio de Salceda de Caselas, donde su experiencia y cercanía motivan a quienes dan sus primeros pasos en el fitness. “Me gusta ver a los chavales y chavalas ilusionados. Si puedo ayudarles a encontrar su camino, ya merece la pena”, asegura.
La trayectoria de Carlos Remeseiro es la historia de un hombre que encontró en el culturismo no solo un deporte, sino una forma de entender la vida. Desde sus inicios en las artes marciales hasta sus triunfos en los escenarios nacionales e internacionales, ha demostrado que la constancia y la pasión pueden llevarte lejos, incluso cuando empiezas tarde. Más allá de los títulos, Carlos valora las lecciones que el culturismo le ha dejado: la importancia de la disciplina, la superación de los límites y el equilibrio entre las diferentes facetas de la vida.
En Vigo, donde el culturismo aún lucha por sacudirse los estigmas, Carlos es un embajador de su esencia más pura. Su historia, marcada por el esfuerzo, la humildad y el compromiso con los demás, es un recordatorio de que el verdadero éxito no se mide solo en trofeos, sino en la capacidad de inspirar y dejar huella. Mientras espera decidir si volverá a competir, Carlos sigue siendo, ante todo, una persona que vive con intensidad, ama con profundidad y entrena con corazón.