Ahí mismo, en medio de esa glorieta de la ciudad de Vigo, está la estatua del Papa Juan XXIII. La vegetación, tal como se observa en la fotografía, ha crecido de una manera totalmente descontrolada y el Papa pasa inadvertido delante de todo el mundo. La única que parece interesada en la estatua es esa gaviota que descansa sobre su cabeza y que contribuye a teñir la piedra de blanco con sus detritus. Ahora que el mundo entero esta metido en la faena del cónclave para elegir a un nuevo Papa no sería mala idea aprovechar para poner esa pequeña plaza en condiciones, tal como se merece el personaje al que está dedicada.