Ambas aficiones se dedicaron lindezas durante todo el encuentro. Algunas, con cierta sorna. Por poner un ejemplo, aficionados deportivistas acudieron al estadio con una bandera de China y tocados con sombreros típicos del país asiático. En el transcurso del partido cantaron en más de una ocasión «Mouriño véndelo», en alusión a las negociaciones que ha entablado el presidente celeste para dejar el club en manos de un grupo empresarial chino.
La afición del Celta recompensó este arranque de retranca coruñés con los ya habituales «Y solo hay un Deportivo, el Deportivo Alavés» o «Coruña, ‘decime’ que se siente». Pero no todos los cánticos fueron tan suaves. El informador de la Liga, ese hombre que le pasa a Tebas todos los cánticos malsonantes que se corean en los estadios, se puso las botas este domingo. Abrió fuego la afición del Deportivo, con sus clásicos (y gastados) cánticos contra Vigo y Balaídos. Le respondió la del Celta, con sus también clásicos (y gastados) cánticos contra A Coruña y Riazor.
A medida que caían los goles del Celta en la segunda mitad, los ánimos de la parroquia deportivista comenzaron a decaer. El celtismo, por el contrario, se vino arriba. Los pases de sus jugadores fueron recibidos con olés, se hizo la ola y se le agradeció al Deportivo y a su afición su visita matutina a Vigo. «¡Gracias por venir, gracias por venir, gracias por venir!», acabó coreando Balaídos casi al unísono.
A pesar de que los derbis son ahora más sosegados en la grada que hace unos años, todavía falta mucho para que estos se vivan en un clima de hermandad (si es que se llega a él algún día). El único momento de tregua llegó cuando sonó el himno gallego, unos acordes que por unos instantes permitieron cantar juntos a dos enemigos irreconciliables. Pero este momento único duró apenas tres minutos. Pensar que se pueda vivir un ambiente similar al del derbi vasco en Balaídos y Riazor es todavía una utopía.