«Mutación inducida» es un proyecto muy peculiar que está formado por piezas de pequeño formato realizadas en latón, en unos casos, a partir de la manipulación y corte de latas de conserva, con las que el artista plasma su pensamiento volumétrico de una forma espontánea y, en otros casos, formado por latas de refresos esmagadas que el artista encuentra en sus paseos y que no interviene más allá del limpiado y el enmarcado de cada una de ellas. En ella, el visitante va a conocer la «cara oculta» de Rivas, ya que nada hay en esta exposición que nos remita a la rotunda solidez de la mayoría de sus trabajos. Ni siquiera los materiales son los que habitualmente cualquier conocedor de su trabajo esperaría encontrarse y los complejos procesos de producción, tan característicos de su obra, están también ausentes.
Con este trabajo, el artista se distancia de su obra más monumental y pesada, realizada con materiales como el granito, el acero, el bronce, el hormigón, el poliéster o la madera, y ofrece un trabajo ligero y de pequeñas dimensiones que nos acerca de primera mano a su pensamiento formal y volumétrico más inmediato, liberado de los complicados procesos constructivos que suele utilizar en su obra escultórica de grandes dimensiones.
Cabría preguntarse entonces qué queda de Silverio Rivas en «Mutación inducida» y, una vez superadas las ideas preconcebidas, los prejuicios con los que acostumbramos a etiquetar la obra de nuestros artistas favoritos, descubriremos que no solo es Silverio Rivas en estado puro, sino que además, nos muestra una faceta privada del artista, un estadio previo a su dimensión pública.
La exposición
Al acceder a la sala, el espectador se encuentra con cuatro grupos escultóricos en otras tantas vitrinas sobre peana. Se trata de pequeñas esculturas, realizadas en hojalata y otros materiales, a partir de objetos reciclados como envases, trozos de madera, vasos, cables, alambres, etc. Todas estas pequeñas piezas son mutaciones de objetos preexistentes, inducidas por el artista para materializar su pensamiento continuo sobre el volumen y el espacio.
El lenguaje escultórico se produce aquí mediante las técnicas del recorte y el ensamblaje, desarmando formas geométricas puras como el cilindro, la esfera o el óvalo, para llegar a otras soluciones que tienen más que ver, como ya se dijo antes, con el dibujo en tres dimensiones que con la escultura en su sentido clásico, entendida como el acto de esculpere sobre piedra.
Estas pequeñas piezas nos hacen pensar en una suerte de juguetes surrealistas, unas veces por la inevitable asociación figurativa y otras, por lo absurdo de los personajes resultantes. No podemos evitar pensar en las criaturas circenses y los móviles de Alexander Calder, pero también nos remiten a Cy Twombly o a Eugenio Granell, en primer lugar, por lo ínfimo del formato y en segundo lugar, por un espíritu lúdico que es inherente a cada pieza.
Todas, presentadas así, en pequeños grupos quizás acentúan esa liviandad de la obra en cuanto a su proceso y características materiales y formales, a la vez que nos invitan a una profunda reflexión sobre la forma y su relación con el espacio, una de las preocupaciones constantes de Silverio Rivas en todas sus facetas plásticas.
La exposición, que se puede visitar en la sede de la Fundación Laxeiro, en Vigo, hasta el 20 de noviembre, ofrece la oportunidad de acercarnos al pensamiento de uno de los pioneros de la escultura abstracta en Galicia, autor de hitos como A porta do Atlántico (1991) que se puede ver en la viguesa Praza de América; Horizonte para o sol (2003), ubicada en el Campus de la Universidad de Vigo, o el más reciente Monumento do Bicentenario (2010) situada en la Glorieta del mismo nombre en la ciudad.